miércoles, 6 de julio de 2016

Música

Podía oír su música en el viento mientras caminaba hacia el soleado páramo oculto entre sauces.

Cuatro notas, un silencio sostenido, un cambio de clave y vuelta a empezar.

Así era su música, como él, apasionada pero de contenida dulzura. Como si una explosión llenara de repente tus oídos y los destrozara por completo. Entonces el arrepentido artificiero  volvía a envolverte en un cálido abrazo.

Así era él, como su música.

Primero explotaba masacrando cada rincón de tu ser, evitando que el tempo corriera a tu favor, controlándolo por completo. Después, aconsejado por otras musas que parecían habitar en su hipotálamo, regresaba y te besaba mientras la primavera de Vivaldi sonaba en el destartalado gramófono de tus ventrículos.

Por desgracia, ese viejo disco rayado se repetía una y otra vez, como si nunca fuese a llegar a su fin. Primero invierno, seguido de primavera, eternamente.
La solución era tan sencilla, quitar el disco, tan solo quitar el disco; y sin embargo allí estaba, dejándolo sonar de nuevo, dejándole sonar de nuevo, porque él era música .

Esos pensamientos anegaban su mente mientras recorría el último tramo del sendero, ya podía verle tocar su inseparable violín a la sombra de uno de esos centenarios árboles. Había una botella  de vino, de ese caro que guardaba para “ocasiones especiales” y un par de mochilas, que estaba segura contenían sushi, una radio y unos cuantos CD de Imagine Dragons. Sus cosas favoritas, las de ella...
Todo en un intento absurdo hermosamente absurdo por remediar los dolorosos moratones que ella ocultaba en su abdomen bajo la blusa de lino grisáceo que tanto le gustaba.

¿Por qué no decía nada?


Quizá sea que nadie, jamás, pudo decir algo malo sobre la música.

Luz(LRG).


Avión de cenizas

Los sueños que imaginamos volaron entre realidades de papel
hasta aterrizar justo ahí, a la derecha de la sombra que proyecta tu sonrisa
cuando te enamoras.
A la izquierda de  la clavícula de algún desconocido de ojos café que secuestró tu alma.

Y allí se quedaron, convertidos en un avión de cerillas que ardió hasta consumirse.
De las cenizas surgieron más cenizas, hollín para la sangre y vasto humo negro
para el pensamiento.


Y de las cenizas nació la incertidumbre.

                                                                 Luz(LRG).