Los avatares del destino quisieron que ella se decidiera a desempolvar su corazón.
Quitó las telarañas de sus ventrículos, dejó las cenizas correr a través de cada uno de sus vasos linfáticos y acicaló hasta la mas pequeña arteria.
La fiesta estaba a punto de comenzar.
Primero ese lento vals de los nuevos sentimientos, seguido del suave ballet de las ilusiones, la dulce salsa de los sueños y por último el indescriptible foxtrot de la pasión.
El cóctel mágico la llevaría al Cinturón de Orión, donde los camareros son estrellas fugaces que entre plato y plato danzan al son de canciones interpretadas por las más bellas musas griegas.
Nadie hasta ese momento le había proporcionado una definición tan completa y maravillosamente diferente de esa indómita sensación que anegaba su ser.
Luz(LRG).
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